(Reseña original en Fronterad: https://www.fronterad.com/el-espacio-mal-disenado-deforma-el-pensamiento-la-educacion-esta-en-el-ambiente/)
"Niños, espacios, relaciones. Metaproyecto de ambiente para la infancia" es un libro de Reggio Children en colaboración con la Domus Academy Research Center y el Ministerio de Educación de Italia. Se publicó en italiano en 1998 y algo más tarde en castellano. Ediciones Morata lo publica de nuevo con una edición castellana revisada en noviembre de 2024. El contenido del libro es fruto de una investigación de varios años a cargo del diseñador Andrea Branzi, los arquitectos Giulio Ceppi y Antonio Petrillo, las educadoras Carla Rinaldi y Vea Vecchi, y el arquitecto Michele Zini como coordinador. También cuenta con textos de Jerome Bruner, Paolo Icaro, Alessandro Sarti, Marco Susani y Alberto Veca. El libro fue editado por Giulio Ceppi y Michele Zini. La traducción al castellano es de María Clara Canzani.
Reggio Emilia es una región de Italia famosa en el sector educativo por su propuesta para la educación infantil. Loris Malaguzzi fue un funcionario municipal que tuvo la visión, la voluntad y el valor de plantear un sistema público de cuidado y educación infantil en un país que se reconstruía después de la Segunda Guerra Mundial. Malaguzzi sabía que los seis primeros años de vida del niño son fundamentales en su desarrollo integral. De los 0 a los 6 años el cerebro hace su evolución más radical en un proceso imparable de inserción biológica, social y simbólica en el ambiente que lo cría. Los centros educativos y sus maestras median entre el niño y el mundo. Con ese fin, el cuerpo docente diseña estrategias espacio-temporales, materiales didácticos, situaciones y encuentros que ayudan a los estudiantes a enfrentarse, descubrir, nombrar y transformar el mundo. Las artes juegan un papel básico en este proceso. Por eso la figura de la “atalierista” está presente en todos los jardines infantiles o nidos de Reggio Emilia, es decir, una profesional del arte plástico y visual que trabaja mano a mano con las maestras. La experiencia estética traduce la vivencia sensorial-perceptiva en una comprensión más profunda del yo y del tú.
¿Dónde sucede la experiencia estética? Tanto en los entornos naturales como en los entornos construidos. La propia escuela infantil es un espacio de continuas experiencias para el niño: luz, color, temperaturas, olores, sonidos, etcétera. El tiempo se percibe con los sentidos del cuerpo en un espacio concreto. El cuerpo reacciona con emoción y quiere entender qué sucde, por qué, cómo y, sobre todo, qué sucederá luego en ese espacio. La arquitectura es un artificio creado por la mente para potenciar su propia evolución. Los buenos espacios educativos de la infancia favorecen la experiencia estética que nos construye como comunidad. La mala arquitectura causa lo contrario.
Este libro cuenta la investigación de los profesionales de la educación, el diseño, la biología, etcétera, de Reggio Emilia sobre las virtudes del espacio como tercer maestro. Su “objetivo es proporcionar instrumentos de análisis e indicaciones de uso para la planificación de los interiores / exteriores de nidos y escuelas infantiles” (pág. 5). El libro se divide en tres partes. La primera expone palabras clave para hablar de los espacios educativos. La segunda propone pautas de diseño. La tercera contiene textos que reflexionan sobre la incidencia del ambiente construido en el desarrollo infantil.
Los conceptos clave descritos en la primera parte son: complejidad blanda, relación, ósmosis, polisensorialidad, epigénesis, comunidad, constructividad, narración y normalidad rica. Aunque son términos un poco rebuscados, definen conceptos de sentido común educativo. La complejidad blanda es un espacio relacional y ecosistema diversificado, estimulante y acogedor donde el sujeto está dentro de la colectividad, pero tiene espacios de privacidad. “La identidad de un lugar –como una escuela infantil– debe resultar no de códigos formales sino de la calidad e intensidad de las conexiones y experiencias activadas con otros campos del saber, con estrategias de pensamiento, con otras identidades” (pág. 12). Eso nos conduce al concepto constructividad, “la aventura que caracteriza el proceso de desarrollo cognitivo y cultural. Según la epistemología piagetiana y post-piagetiana, el conocimiento es una construcción permanente que realiza el individuo elaborando y organizando los datos que percibe cuando actúa en y sobre la realidad que lo rodea (...). La percepción, la acción y la reflexión se convierten en estrategias fundamentales para la construcción del saber individual que se estructura y desestructura y consolida gracias al intercambio y la relación con los otros” (pág. 22). Ojo con la famosa sentencia “es el sujeto quien decide, elige si y cuándo aprender” (pág.18) pues suele malinterpretarse como si el niño eligiera su propio aprendizaje. Los familiares y los maestros deciden el escenario educativo de sus pequeños. Unos escenarios son más dirigidos y determinados. Reggio Emilia, como buena propuesta educativa, dirige a los estudiantes hacia la investigación y el descubrimiento del entorno según sus propios intereses.
La segunda parte del libro da pautas para el diseño de espacios educativos que favorezcan el logro de los objetivos pedagógicos. Las pautas señalan: formas relacionales, luz, color, materiales, olores, microclima, sonido. Si el objetivo pedagógico es la construcción del pensamiento en el encuentro con el otro y con el mundo –siempre sensorial– necesitamos formas espaciales que promuevan tal encuentro. Lo vemos en los Nidos o escuelas infantiles originales de Reggio Emilia con aulas compuestas de varios ambientes, lo vemos en sus comedores colocados cerca de la entrada para que sean lugares sociales, lo vemos en los patios interiores que dan claridad y transparencia. La horizontalidad de la composición arquitectónica favorece la conexión de las miradas y los recorridos. La flexibilidad del mobiliario permite que los estudiantes transformen los ambientes. La presencia de las plantas, el agua, las luces y las sombras que nos orientan en el tiempo, son elementos compositivos de la experiencia estética de la arquitectura como tercer maestro. Los autores prestan especial atención a la luz y la analizan según su composición, geometría, color, texturas, sombras, modulación, pautas de diseño, fuentes de origen y como paisaje luminoso. Tal riqueza de análisis es gracias a años de observación multidisciplinar. Maestras, diseñadores y arquitectos se centran en las necesidades de unas personas específicas con necesidades concretas. Tal grado de análisis se repite con el color, los materiales, los olores, el sonido y el microclima.
Entre los artículos contenidos en la tercera parte del libro, ‘El ambiente de la infancia’, de Carla Rinaldi, toca cuerdas esenciales de la educación. “No buscamos espacios ideales sino aquellos que sean capaces de crear su propio cambio porque no existe un espacio ideal, ni una pedagogía ideal, ni un niño o ser humano ideal, sino solamente un niño, un ser humano en relación, con su historia, su tiempo, su cultura que le es propia” (pág. 115). La autora nos da claves para interpretar las enseñanzas de Reggio Emilia: estudia, analiza y haz tuyo lo que observas para luego adaptarlo a las necesidades de tus estudiantes y sus familias. No copies, inventa –tal como hacen los pequeños estudiantes de Reggio Emilia–. Rinaldi añade, “el espacio se puede definir como un lenguaje, que habla sobre la base de precisas concepciones culturales y profundas raíces biológicas” (pág. 115); “como cualquier otro lenguaje es un elemento constitutivo de la formación del pensamiento” (pág. 116). Las maestras de Reggio Emilia saben que el espacio diseñado a conciencia para fines pedagógicos específicos acoge y educa. Es decir, el espacio da forma –construye– al pensamiento. Y, al contrario, el espacio mal diseñado deforma –derrumba– el pensamiento. Todos los textos del libro, tanto de las educadoras, los diseñadores, los psicólogos, etcétera, señalan un camino para satisfacer las necesidades educativas de las niñas y los niños: la investigación multidisciplinar.
Veinticinco años han pasado desde la primera publicación de Niños, espacios, relaciones. Metaproyecto de ambiente para la infancia y sigue vigente para el sector educativo y para el sector arquitectónico. En estos veinticinco años hemos visto nuevos centros educativos –reformas o de nueva planta– en todo el mundo donde se ha prestado mucha atención al diseño de espacios de transición y socialización de los centros educativos: escaleras que son gradas, pasillos como zonas de estudio, espacios polivalentes, cambiar paredes opacas por láminas de cristal transparente, etcétera. Eso está bien porque todos los espacios educan. En cambio, desde la arquitectura se ha reflexionado poco sobre cómo tiene que ser el aula donde los estudiantes pasan gran parte del tiempo escolar –sí se ha reflexionado desde el uso de la nueva tecnología–. Tengamos en cuenta que la mayoría de docentes del mundo centran su quehacer pedagógico en el aula. El siglo XX nos dio buenos ejemplos arquitectónico de aulas de diseño flexible y sofisticado, como las escuelas infantiles originales de Reggio Emilia que nacieron con una idea de aula formada de varios ambientes. Este esquema de aula con ambientes se repite varias veces en el edificio. Luego las aulas se unen entre sí con espacios de transición y socialización de múltiples usos (comedor, corredores, patios interiores, etcétera) en una composición horizontal donde predomina la transparencia y la profundidad de campo visual que juegan con la relación entre los espacios interiores y del interior con el exterior. Estudiemos las enseñanzas de Reggio Emilia e inspirémonos en su diálogo multidisciplinar constante que busca soluciones específicas a problemas locales reales.
Niños, espacios, relaciones. Metaproyecto de ambiente para la infancia, Giulio Ceppi y Michele Zini (eds.)