Mi reseña del libro "El arte de la política (los hombres y la ley)" de Han Fei Zi, publicada en la revista Fronterad.
«Los gobernantes (…) deberían gobernar con la ley y no con la moral, pues gobernar esperando que los hombres hiciesen el bien motu propio sería como esperar a que la Naturaleza diera una rama perfectamente recta, de manera que ni en cien años tendríamos una flecha, o como esperar que la Naturaleza diera una tabla perfectamente circular, de manera que ni en mil años tendríamos una rueda”. (pág. 169)
El texto original del autor chino Han Fei Zi (280 y 234 antes de nuestra era) consta de 55 capítulos. Esta edición es una selección de 17 capítulos sobre la función del gobierno y sus gobernantes, el valor de la ley y de su cumplimiento. Las sociedades organizadas, sean pequeños estados o imperios, requieren estructuras naturales de gobierno para su buen devenir. Naturales quiere decir que se ajustan al fluir de las cosas, a la transformación del universo con sus creaciones y destrucciones. Un gobernante que no respete la Naturaleza fracasará, será vencido y reinará el caos. Un gobernante que respete la idiosincrasia de los humanos impondrá orden y su reino perdurará.
Han Fei afirma que la mayoría de los humanos se limita a saciar sus necesidades inmediatas y las de sus allegados. Incapaces de ver más allá de la estructura social próxima, sin luces para entender las razones que mueven la economía, la política, las fuerzas bélicas entre pueblos, la gente llana debe ser controlada mediante la ley. El autor niega que los humanos se muevan por la benevolencia o la búsqueda de equidad –en contra de lo que pensaban los confucianos–, sino por el egoísmo que les conduce al desorden e ineficiencia productiva. Sólo una ley clara y contundente, entendida por todos –guste o no–, con criterios transparentes de aplicación, en especial en sus premios y castigos, permitirá el orden social. Como señala Pedro San Ginés Aguilar en el estudio preliminar, la filosofía política de la antigüedad china jamás planteó que el poder emanara del pueblo.
La ley viste clases sociales y personajes para funciones determinadas. El emperador será el centro de todo, como el vacío del centro de la rueda. Los radios de la rueda son los ministros cuyo deber será ejecutar los deseos del emperador. El principal temor del centro fue, es y será la sublevación de sus ministros. Sólo la ley tajante e imparcial controlará los egoísmos, partidismos y ambiciones de los ministros. Sólo el emperador –centro vació, silencioso, misterioso– tiene la potestad de aplicar premios y castigos. Si fuera de otro modo, mostraría debilidad y sería derrocado. El legismo de Han Fei propone tres ideas al emperador: el “shi” es la autoridad que hace un uso adecuado de las realidades y oportunidades presentes, el “shu” es el saber manejar a los hombres, el “fa” es la ley que sirve de referencia en las volubles relaciones humanas.
¿Los humanos somos buenos por naturaleza? ¿La sociedad nos pervierte? ¿O nos moldea para la sana convivencia? Son preguntas permanentes de la filosofía y de la educación. ¿Para qué educarnos? ¿Por qué un estado tiene que educar a sus ciudadanos? ¿Para convertirlos en ciudadanos? ¿Para que sean libres? ¿La libertad es un bien en sí? ¿La libertad es útil para el buen gobierno de una sociedad próspera? El pensamiento de Han Fei Zi aún ayuda a pensarnos.
“Pero, aunque ni en cien años se dé una flecha natural y perfectamente recta ni tampoco una rueda natural y perfectamente redonda, es un hecho que todos montamos en carros y abatimos pájaros. ¿Cómo lo logramos? Corrigiendo la Naturaleza con herramientas apropiadas”. (pág. 170)